Preso en los laberintos del amor de Francisco de Quevedo

Tras arder siempre, nunca consumirse,
y tras siempre llorar, nunca acosarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme,
y tras siempre vivir, jamás morirme;

después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrarme,
y tras tanto dolor, nunca reírme;

en tantos laberintos, no perderme,
ni haber tras tanto olvido recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?

Antes muerto estaré que escarmentado;
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.

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