Me has escrito Fabián esta mañana
preguntando por los viejos camaradas.
Yo te he dicho,
viejo colega,
que nada sé del Pigarra,
ya sabes,
el pope del partido.
Mis hijos,
sobre todo el mayor,
se parte de risa
con estas batallitas.
Ya sabes que soy de pocas palabras.
Tengo,
eso sí,
cierta retranca,
cuando hablo del pesoe.
Nada sé de Lydia,
La maligna.
Sé que estaba dolida contigo
y conmigo
y con todos.
Bien conoces su disgusto por los versos
que escribimos en el wáter
hablando de sus tetas.
Pedro está en Bosnia
con la boina de sargento de paracas.
Yolanda es banquera
o bancaria,
no sé muy bien cómo se dice. Gana una pasta.
Santi está en Dinamarca.
Es diputado de la extrema derecha.
Y a mí,
ya ves,
eso me hace gracia.
De Amanda nada te cuento.
Sólo te diré que se casó con Horacio,
el quiosquero,
y no he vuelto a verle el pelo
de su pubis
-el de Amanda me refiero-.
Ahora he vuelto a Misa
como en los viejos tiempos.
Comulgo casi a diario
y me confieso
pecador
de mis pecados.
Me han nombrado presidente
de escalera. Por algo se empieza.
Tengo,
tú bien lo sabes,
afán por superarme
y estoy estudiando esperanto. Nunca se sabe.
Acabo de comprarme
una escopeta de caza
y un pantano abrupto en las afueras
de mi barrio.
Cualquier día me mato. No sé.
Lo estoy pensando.