Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas
que por las no atendidas.
Santa Teresa
Si fuiste Tú el artífice
si ante Ti juramos
que seríamos el uno para el otro
en la enfermedad y en el dolor
en las buenas y en las malas
¿qué te cuesta, Señor
poner en su corazón un poco de amor;
en su cabeza, un poco de razón;
en su piel, un poco de deseo?
Yo sola no puedo convencerlo,
me ha dicho una y mil veces:
el amor se acaba
no sé qué va a pasar conmigo mañana o pasado
pero tengo otros sueños y quiero vivir para alcanzarlos.
Y es tan grande su certeza, Señor,
que sólo me queda implorarte.
Sólo Tú que eres Dios puedes hacer el milagro
en su corazón
en su cabeza, en su piel. Amén.
Noche a noche repito la misma plegaria
temiendo la voz imperiosa de Teresa
su rostro severo, su dedo en mi herida.