Pero hubo un resplandor
y ella alzó los ojos por encima
de la siesta humeante
de improviso
atravesando el tedio
afirmó su certera
verdad
esa súbita espada
!qué triste era volver
mansamente a la suela
del zapato!
imitar el esmero
con que algunos asearon sus cadenas
no preguntar quién golpeaba los cristales
los otros
los dormidos
ajenos a la aguja que enhebraba el temor
en el enjambre desdichado
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