Proclamación de la esperanza de Ramón de Garciasol

El aire se enrarece, adensa, espesa
hasta hacerse de plomo en los pulmones,
porque se está matando al hombre.

La sangre se entontece y aguachirla
de no salir al mundo y propagarse,
porque se está matando al hombre.

La luz de las estrellas palidece
y no consuela como en nuestra infancia,
porque se está matando al hombre.

La risa se deshoja, mustia, pasa
sin que nadie la coja y la disfrute,
porque se está matando al hombre.

El beso y el amor no tienen gusto,
agusanados de preocupaciones,
porque se está matando al hombre.

La selva está cercando nuestras casas,
y aúlla, brama y hoza en los umbrales,
porque se está matando al hombre.

Porque se está matando al hombre arde mi canto
tal un diluvio de oro por los trigos;
porque se está matando al hombre y nadie grita
quiero clamar hasta tirar las sombras;
porque se está matando al hombre mis palabras
quieren clavarse como puñaladas,
quieren herir, buscar raíces nobles,
dar coletazos que despierten siglos.

Le está doliendo su dolor al hombre,
un dolor que ya no es literatura
ni puede ser espanto y madamismo,
porque no quedará vivo quien cante
el naufragio indecente de las ratas:
porque los que se salven no tendrán memoria.

Está el hombre ante sí, trágicamente solo,
mientras las aguas crecen sin espera
ahogando justamente, santamente
lo que debe morir.

Perecerá quien deba perecer.
El hombre,
desnudo, hacia el mañana, sobre el miedo.

Por eso está mi canto repicando
sobre el fuego, la muerte, y os convoca,
hombres, para que proclamemos la esperanza

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