Déjame
Renunciar a mi vida por esta vida, a mi palabra por
la no hablada.
T. S. Eliot
Aquí estarás
-déjame que invente esta tarde sin ti-
entre los utensilios prescindibles, ya de todo segura,
con la casa comida por la sal, y reíamos,
los cielos sofocantes del verano, aquí desnuda y tuya
(y algunos ratos mía) mientras vuelca el sirocco
mariposas quemadas, niños mudos, paladas
de cárdenos claveles -que tirábamos-
porque lo nuestro eran las margaritas pobres,
los caminos sin rumbo por el silente barrio
hasta encontrar el reto de las panaderías,
de las carpinterías con rótulos a mano,
de los atardeceres de color amaranto,
de las piernas sonámbulas y los ahumados pechos.
Aquí estarás, con la sonrisa tuya
entre gorrión mojado y huella del invierno
que de pronto nos abre los caminos de junio,
los fuegos de San Telmo en la ciudad inviable,
mientras, sobre el asfalto, sobre la atroz grisalla
insinúas -no dices- que el dentista es de níquel,
que la conspiración, de algún modo, hace agua,
que tu cuaderno azul se disolvió en el viento,
y que los dos zarpamos -abrazados y huérfanos-
rumbo al sueño, esa orden opaca e imperiosa,
que mañana remite, y allí estás, y aquí yo.