¿Qué sombra invisible es esa
donde tu rostro aparece,
abierta flor que en el aire
inmóvil está y se mueve?
¿Qué nuevo arroyo de sangre
abre sus márgenes breves,
donde tu pie, lirio grande,
hunde sus alas de nieve?
¿Dónde tu imagen se pierde
-niebla dispersa en mi frente-
y las venas de tus pechos
son más augustas que mieles?
Dónde tú y yo, sal de besos,
sorbemos la misma suerte:
tú, cual la sombra que nace,
yo, aquel arroyo que muere.
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