El amor conyugal de su marido
su presencia en el pecho le revela;
teje de día en la curiosa tela
lo mismo que de noche ha destejido.
Danle combates interés y olvido,
y de fe y esperanza se abroquela,
hasta que dando el viento en popa y vela,
le restituye el mar a su marido.
Ulises llega, goza su querida,
que por gozarla un día dio veinte años
a la misma esperanza de un difunto.
Mas yo sé de una fiera embravecida
que veinte mil tejiera por mis daños,
y al fin mis daños son no verme un punto.
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