Quién pudiera morderte lentamente
como a una fruta amarga en la corteza.
Quién pudiera dormir en tu aspereza
como el día en la sierra del poniente.
Quién pudiera rendir la hastiada frente
contra el duro confín de tu belleza,
y arrostrar sonriendo la tristeza,
rota la paz y el paso indiferente.
Quién pudiera, mi amor, la alborotada
resistencia del alma distraída
conducir a tu parva apaciguada.
Quién pudiera ostentar, como una brida,
el arco iris sin par de tu mirada
desde tu luz a mi negror caída.
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