Quisiera llegar por su boca, como por un pueblo desierto,
al centro de su cuerpo;
quisiera despojarme del horizonte, de un escorpión
azul alejado del día;
quisiera volver a ser otra mañana
junto a un caballo con cola de pescado.
Pero no; cuando se me queda el corazón
por la piel distraído,
igual que una tierra sorda, inmensa,
me siento desamparado
porque nunca le ha de llegar la muerte,
porque su pelo ya no se humedecerá dentro de mis ojos.
A veces quisiera apagar su río amarillo,
su vida pegada como una hoja en mi sed.
¡Nada! Quisera dormir con una mano
sobre su seno.
Añadir un comentario