Fuiste sol, fuiste llama, fuiste lumbre,
canto en la soledad, como un concierto
de cristales celestes que no puedo
fingir en los recuerdos del espacio.
Cerca de ti también germen y fruto,
el alma floreció como un retorno
de eterna eternidad en el minuto,
y se hizo gozo en el dolor del fruto,
y se hizo canto en la embriaguez del gozo.
Y razón suficiente de la vida,
norma, fin y principio confundidos,
eras eternidad.
Y cómo ahora,
siendo que estabas hecha de presentes,
podré decir: «¿Tú fuiste»?
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