En el viento de manzana que se despeña
en los riscos y guijo solar
de cabo de Home y Punta do Cabalo de Fora
reclamo la libertad de mi pueblo.
En el niño que duerme
en el edredón de tus ojos
reclamo la libertad de mi pueblo.
En las viejas manos agrarias
en la alondra amorosa de los estíos
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los besos muy ácidos y tiernos
de mis hijos inmensos
reclamo la libertad de mi pueblo.
En las sangres artesanas que tengo ardiendo
en cada dedo mío;
en los finos labradores que aparecen ahora en el papel
llevando sombreros pardos, paños de sede y zuecos remontados
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los crepúsculos de anís
en los que se erige la familia naval de Manoel Antonio
y pone, a babor y a estribor, pequeñitos
fuegos azules y blancos de San Telmo
reclamo la libertad de mi pueblo.
En la angustia de arandela que te cerca,
en los mojones, puertas, cierres, en los durísimos y sin luz
alambres, no me tuerzo y
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los tibios infiernos de tu boca, herida
de comunión al sol y al vino más adentro,
diapasón de la verdad de pan de trigo,
cumbre de calabaza y de buena alborada
reclamo la libertad de mi pueblo.
En la cizaña, composición, falsía, mal dibujo
de cada ceremonia de convenio colectivo
cegando nuestro fuego matalúrgico
reclamo la libertad de mi pueblo.
En una niña de seis años que nació en Basilea
y cantó para mí la Internacional en idioma gallego y no
pude retener el llanto y fue en mil novecientos
setenta y cuatro, y por ella
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los muros de la ombliguera y de la violeta,
en las honduras del musgo y de los helechos,
en los castros, calzadas y rutas muertas
(piedra del más allá) abandonadas para siempre
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los caminos cerrados, en los abiertos
en los que llevan a las casas de los hombres nuestros de cada día,
en los trasportes por ferrocarril,
en los hermanos que gobiernan las máquinas del mar
y en los camiones de la alta noche,
reclamo la libertad de mi pueblo.
En las hogueras de Londonderry, en cada palabra,
en cada palabra de nuestro tío Ho Chi Minh, como una oropéndola
llenando la tarde de luz nacionalista y líquidos
reclamo la libertad de mi pueblo.
En la sindical reconstrucción diaria
de cada cosa rota y vuelta a enderezar
en la unión mínima de los hombres alrededor de un problema sórdido,
en cada petición en grupo
en cada contubernio en que se dan las manos
reclamo la libertad de mi pueblo.
En la casa de mis abuelos olorosa
a sí misma, singular en el mundo;
en los caballos de la sierra y en los mineros
de Lousame aquel veinte de julio,
reclamo la libertad de mi pueblo.
En el estremecido bramar de las mareas en guerra,
en el quejido del amor y en la muchacha
perdida sin que fuera nunca nuestra
reclamo la libertad de mi pueblo.
En el comer y en el beber
en torno a la olla de la camaradería,
en el sagrado secreto en torno a la perla de luz clandestina,
en el miedo y en el tenaz tesón contra lo adverso
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los luchadores de azufre y fuego ácido,
en los difuntos jamás vencidos,
en los que vendrán y son aún suave brisa y voz de mirlo
y portarán el hierro y darán la muerte clara
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los ríos, en las huelgas, en las romerías,
en las protestas de los muros, en los escritos,
en las gaitas, en las arenas de Espesante acaso
reclamo la libertad de mi pueblo.
En los emigrados, en los perdidos, en los presos, en los explotados,
en los que contemplan el correr de las aguas
sin fin, en los que confían en mi partido (tuba de despertar
o camino que nunca se desanda),
en los que combaten y han de ser el rayo
arrasador, en ellos pongo mi lengua y descanso mis ojos
y reclamo la libertad de mi pueblo.
y reclamo la libertad de mi pueblo.