¿Quién teme a la rabia del desvelo?
Esta mañana el riñón tendió la red esperada.
No fui capaz de levantar el rostro para contestar.
¡Ah, viejo y roto riñón!
¡Cuánta porquería he tragado sin resultar santo!
¡Cuánta paz alborotada para morir fumando auroras!
Tantos he sido sin ser uno.
Tantos no he sido.
Tantos aplastados por el ruido de los relojes
y mi viejo en la oscuridad de los regresares
viendo llegar el frío que manchará los besos.
No puedo ser el mismo fugado de mí,
sin la mujer que me llevó lejos
a descubrir lo eterno en su ingle de pájaros.
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