Redondez del ojo entre los barrotes.
El párpado, animal ciliar,
boga hacia arriba,
deja libre una mirada.
Iris, nadadora, sin sueños, sombría:
el cielo, gris-corazón, ha de estar cerca.
Sesgada, en la férrea arandela,
la tea humeante.
Por el sentido de la luz
adivinas el alma.
(Si yo fuera como tú, si tú fueras como yo.
¿No estuvimos
bajo un alisio?
Somos extraños.)
Las losetas. Encima,
bien juntos, los dos
charcos gris-corazón:
dos
bocanadas de silencio.
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