Sacó la red el pescador, henchida,
y en tanto que, feliz, del mar se aleja,
en voz más dulce que la miel de abeja
el Señor a seguirle le convida.
-Quien por buscarme, su heredad olvida,
será en mi hatillo preferida oveja-,
dice, y el pescador las redes deja
y vase tras Jesús con alma y vida.
Yo que ni redes ni heredades tengo,
que no sé de riquezas ni de honores,
que ignoro los orgullos de abolengo,
yo dejo, por seguirte, mis amores…
Eran mi bien, Señor… A ti ya vengo
más pobre que los fieles pescadores…
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