Mísero, pobre, solo y abatido,
vivo en este infeliz yermo poblado,
y no siendo elección ser desdichado
de ser tan desdichado estoy corrido:
no sirve la razón ni le ha servido
a quien domina lo cruel del hado,
que es infeliz a veces el cuidado,
como glorioso a veces el descuido.
En mandarme que viva alegremente
añades más tormentos a mis sustos,
pues no puedo ser, Filis, obediente.
¿Cómo podré esconderme a los disgustos
si es mártir cada cual del mal que siente,
y nadie es arquitecto de sus gustos?
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