Nos hemos bruscamente desprendido
y nos hemos quedado
con las manos vacías, como si una guirnalda
se nos hubiera ido de las manos;
con los ojos al suelo,
como viendo un cristal hecho pedazos:
el cristal de la copa en que bebimos
un vino tierno y pálido…
Como si nos hubiéramos perdido,
nuestros brazos
se buscan en la sombra… Si embargo,
ya no nos encontramos.
En la alcoba profunda
podríamos andar meses y años, en pos uno del otro,
sin hallarnos
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