Salmo de la desposada de Jorge Rojas

«Narrabo omnia mirabilia tua».
David, Psalmo IX-2

Por la dulzura que hallaste en mi soledad
te alzaré de los hombros con mi voz de colmena
abandonada.

Arrancaré de tus dedos todo lo que te encadena,
todo signo que oscurezca tu piel
y no habrá más sortijas que tus venas.

Entonces vendrás a mí tan nueva
como si nunca hubieras sentido peso sobre
tus hombros.

Y empujaré tu sangre hacia atrás
para verte de quince años y comiendo cerezas.

Yo soy el que tú, de niña,
habías oído navegar entre los caracoles.

El que refería cuentos de azúcar a las naranjas
cuando volvías de jugar al aro.

el que hacía los sueños de lino y ángeles
sobre las sábanas limpias.

El que en el día de tu primer espanto
puso amapolas en tu lecho.

Yo aún no era poeta
pero los naranjos ya tenían idea del azahar; y
pensaba:

«Cuando te encuentre
te seguiré buscando día a día.

te besaré a distinta hora
para cambiar la llegada de la noche.

Abandonarás tus ropas con olor de mujer sobre
los surcos
para que la tierra sepa que ha de florecer.

Cuando sea el tiempo de las orquídeas, las prenderé
de tu pelo
y tus orejas pequeñitas confundirán la cosecha.

Comeremos frutas silvestres y andaremos descalzos
para que nos sepan los labios a rocío.

No entraremos a las ciudades y a los templos
para que no haya hechura de hombre entre la piel
y Dios.

Serás el regreso para aquel hijo mío
que está perdido desde el principio del mundo.

Cuando acunes los brazos y te doble el arrullo
el mimbre pensará que sobra en las riberas.

Y tu blancura propiciará la onda
donde el molino sueña la flor de sus harinas.

Y cuando haya necesidad de velar por el cocimiento
del pan
me llenarás la boca de granizo para apagar los besos.

Escamparás la lluvia dentro de un caracol
y mi mano cogerá tu canción y la alzará a mi oído.

Te arrojarás al fondo de los ríos
para pasar sin caer de una nube a otra.

Hundirás las manos en la tierra llovida
para indicar el sitio de los lirios.

El primer día que cantes talaremos los árboles
porque ese día serán inútiles los nidos.

Y al oír tu voz se verán defraudados los panales
y no creerán más en las abejas».

Esto te lo digo yo.
Ahora escucha esto que sí te digo yo.

Canta, hasta que sientas
que te duelen los párpados.

Piénsame, hasta que el sueño
te vaya llenando de golondrinas.

Suéñame hasta que la noche
tenga que refugiarse en las campanas.

Quiéreme, hasta que los ojos
se te llenen de lágrimas.

Llora, hasta que las lágrimas
hagan huir los pájaros.

Llámame hasta que crezcan
espinas en mi oído.

Espérame hasta que los peces
se hayan bebido todos los ríos y canten.

Porque un día ha de ser.

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