Salpicada de espuma, de salitre,
desnuda, desde el mar,
viene gritando:
La vida, sí, la vida misma:
¡Un delirio por los prados!
Desde mi ventana blanca,
con los brazos extendidos,
la estoy llamando con voces
de un ardor desmelenado.
Salpicada de espuma, de salitre,
desnuda, por los campos,
va gritando.
¡La vida, sí, la vida misma!
Pálido y alto, callado,
la mira pasar llorando.
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