Cada noche me siento en la butaca de siempre
y amparada por la oscuridad de la sala
olvido durante dos horas el agobio y mi pena.
De vuelta a la casa vacía
me arrodillo ante una estampa del Corazón de Jesús
y recito el salmo aprendido en un retiro
No te quedes lejos de mi porque estoy atribulada; estate
cerca porque no hay quien me ayude.
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