Señora mía que no quieres pertenecer de Eduardo Milán

Señora mía que no quieres pertenecer
porque insistes en que así te pierdes
a ti misma como de vista: mire bien,
voy hacia usted con este sentimiento
que he logrado juntar todo este tiempo
sin poco esfuerzo. Voy a su escondrijo
donde te escondes detrás de las moradas,
voy con todo mi capital a cuestas -vea bien
Roma mía, estos ahorros de amor para tu rosa.
No te me ocultes más, no se me niegue no
el pan de amor que incluye toda clase,
son momentos de desintegración mayor,
no totalice la noche del tanteo
que ciego soy, ceguera tú, ambos de amor.
Fíjese que voy con la ciudad encima,
recuerda el triste caballo de madera.

* * *

Estas palabras de amor entrecortés, estadas,
estas palabras estadas en el canon,
en la boca de los que las dijeron antes
-y fueron muchos -ahora quieren ser preciosas
a puro sentimiento. Por poco tiempo
estadas -y luego fueron de la boca de otros
por un momento, uno solo, de temblor.
Temblor, temor a ser rechazadas por la oreja
interrogante, «¿qué dices?», puesto el signo
de caracol enfrente. Ese beso no se dio.
Recíbelas, fírmalas con la firmeza de tu lengua,
langue de otra sangre si ignoras el signo.

* * *

Señora que dejas mucho que desear
al alcance de mis ojos pequeños
-pequeños: que no se detienen-: no tientes
al pobre de capital, no aumentes la tensión
de la ausencia. Entiende, mucha es la falta
en estos tiempos de roer tan duro, de colinas
y valles, de limones y rosas, de afueras
y adentros -sobre todo de adentros.
Ya está la intemperie en llaga viva,
no le propongas calor.

* * *

No demasiado
pero sí mucho.
no demasiado como masa
diluyendo al creyente en ti,
quitándole intensidad: «aquí estoy»,
dile al que huye, «regresa a casa»,
Mucho es el sentido que se ha perdido en la marcha
de ir hacia dónde, en la mancha de ir hacia
o en la de ir: se ha perdido el sentido
a sí mismo, ensimismado.
Sin sentido de mí estás dormida en tu sueño,
no yo, vuelve tú.

* * *

El poema de amor todavía va.
El canon de este tiempo dice: aquí no.
El Colorado ausente, esplendor ausente
entre dos o más de dos: no hay lugar,
El implosivo, explosivo, extraterrestre pecho:
no. Pero existe el poema de amor, va.
Hay que decirles a esas cosas que sí existe
el poema de amor: entrañable de oscuras,
pudorosas o impúdicas, olorosas quizás.

* * *

El que oculta en su manga un castillo,
guarda una fortaleza debajo,
una odisea que no dice, una estación espacial:
tiene artefactos, tiene futuro,
en silencio le funciona una industria militar.
Debo decirlo: triste de mí que nada tengo,
absolutamente nada de absoluto, ni su sombra,
ni unas migajas como consuelo de amigo
a excepción de ti: sola contra la guerra,
tú contra los blindados, ciegos dados.

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