Me está dejando casi sin entrañas
este tremendo amor enarbolado
-¡Oh, páramo de ardores dilatado!-
en que escucho mis voces como extrañas.
Serena tú mi sangre en las cabañas
íntimas de tu ser y tu cuidado,
y guárdame en el aire enamorado
con que a veces mi dolor engañas.
Si mi lumbre te duele, ¡Oh, clara fuente!,
yo borraré los húmedos celajes
que tus párpados prenden tibiamente.
Volveré a tus cielos sus paisajes
clavándote en los ojos hondamente
los mansos huertos de mi ardor salvajes.
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