Si he venido a colmar de enredaderas
la nieve de tu talle es porque tengo
cansado el corazón de tantos siglos
en busca del incendio de la aurora.
Hoy vengo del desorden y a la nada
retornaré con labios florecidos,
al yugo de la noche, a las quimeras
del sueño y al olvido complaciente.
Yo seguiré asomado a mis balcones
rodeado de astrolabios y de estrellas,
de inciertos firmamentos y de mirtos
dormidos sobre viejos ataifores.
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