Si mi amor es tan cauto que, a buscarte, prefiere
aguardar en la sombra tu primera llamada,
si mi tímido anhelo sabe apenas decirte
con torpe lengua el verso que me dicta la sangre.
Si no sé darle nombre a esta hoguera en que vivo,
ni logro desprenderme de mis cansados credos,
y ahuyento entristecida los rápidos corceles
que habrían de llevarme a tu sueño, a tus labios…
Si soy así, tan pobre, con mi cuerpo encendido,
encarcelado al vago fantasma de mi miedo,
el alma hecha jirones, batiendo sobre ella,
los pecados del mundo, tercamente, uno a uno…
Ven tú que desafías leyes, prejuicios, miedos;
tú, que llevas la vida sobre los hombros, ancha,
tú que arrasas montañas, que desnucas el mundo
con tu fuerza de macho sin fronteras ni angustias.
Lo mismo que las otras, yo te estoy esperando.
Sellada está mi boca; sellada mi ternura.
-¡Oh Dios, cómo rebosa este fuego, esta llama!-
Rompe tú todo sello, desgarra, libra, entra.