Si te vieran subir desnuda, sola,
sin turbación, queriendo llegar ciega
a la tierra, sujeta, con tu aureola
de jacinto, de llama que se niega.
Sí, si te vieran salir del mar, una
mañana, con los muslos abrazados
por serpientes -de frío hondo, de luna
que no quiere morir-, desesperados,
te hallarían cantando desasida,
con la memoria inútil, diferente;
en tu destierro solo, transparente.
Amor de amor, palabra dulce, huída
hacia otro sueño sin defensa. Río
ardiente, suspirado. Aire de envío.
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