¡Devuélveme la estrella
donde nos encontrábamos!
La de los dos, aquella
con mordisquillos tiernos
de cielo entre las puntas,
que una noche inventamos.
Donde tú me esperabas
a las nueve, saltando
de una luz a un reflejo
o asegurando el vértice
total de nuestros ángulos
¿Y mi vida? ¿En dónde está mi vida?
¿Por qué miraré atrás para encontrarla?
En la muerte delante
la que marca el camino.
Lo último que queda.
La solución del grito.
Con una estrella roja iré más frío
-yo mismo haré mi frío-
que el alma de los hielos
por la noche del sueño irremediable.
¿Ya para qué la estrella?
Hacíamos del mirar
maromas, y nos íbamos,
tú por los hilillos verdes,
yo por cuerdas oscuras
a sus playas; de súbito,
gozosos, con la mano
puesta aún en el álbum,
de todos tus retratos
yo, y en los labios tú,
la oración de la noche
porque yo fuera bueno.
¿Ya para qué ser bueno si me odio?
¿Si quiero hundirme donde nunca encuentre
ni la estrella, ni el sueño, ni la absurda
compañía de mí mismo?
¿Y para qué ser bueno?
Tal como si te fueras
por tu sueño en la alcoba,
te ibas con el pijama
azul de hilos marinos
que guardaba en sus redes
peces -los de tu piel-
sueños de rosas tiernas.
Junto a tu cuello como junto al mío,
los minutos se aprietan desollados.
buscan su piel de instante.
¿No sientes cómo gritan?
¿Y para qué tu piel de rosas tiernas?
Hoy he vuelto a la estrella
a las nueve, y no estabas.
He llamado por todos
los golfos de la isla,
-isla de ensueños náufragos
sobre los caballetes
de oro donde cuelgan
los columpios que mecen
el vuelo de los ángeles,
y era como el desierto
sin bocas en el aire
para decir el eco.
¿Y para qué una voz si nadie escucha?
¿Si perdiste tu voz?
¿si ni la mía puedo ahora encontrar?
¿Y para qué una voz?
He vuelto y ya no estaba
más que tu ausencia ancha,
como una nada extensa,
en donde fracasaran
los aros de la luz
y negaran la estrella
donde nos encontrábamos.
Di, ¿tal vez la llevaste
y la tienes debajo
de la almohada escondida
con mis versos? ¡Devuélvela!,
devuélveme la estrella
donde nos encontrábamos!
¿Y para qué la estrella
si no te iré a buscar?
Ya no me encontrarás. ¿O acaso puedo
interrogar yo mismo lo que he sido?
¿Hubo acaso una estrella?
¡Pensar que era mentira!