Ciega, impasible muerte de tu boca.
Está callada, está rota y oscura
aquella su rosada arquitectura
fiel a mis labios cálidos de roca.
La gloria de tu aliento ya no evoca
calientes rosas de esta tierra dura,
sino la sombra y soledad futura
de tus labios de mar. ¡Oh sol, invoca
tu luz más viva, y quema entre esos dientes,
de nieve ya, su lengua, amarantina,
clavel de su garganta delicada!
¡Fulgura en su humedad, y en los ardientes
arenales, de tu onda sibilina
un último sabor a su granada!
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