«Tanto como ríen las chicas. En la duda,
ríen: no saben cómo les puede tocar
pagar la deuda que nunca han prometido,
pero conocen que esperamos cobrarla
de ellas sólo. ¿De ésta, tú? Si quieres
cobrarte la deuda que no cobré
y hacer trozos una culebrita de risa,
yo te dejaré la llave de mi estudio,
donde no habrá nadie. »
«Diez años más joven
que yo. Diez años todavía no pasados
midiendo uno con otro los bastoncitos:
las decencias (suya y de las demás),
los afectos y los pactos. Yo te diré
cómo puedes persuadirla a que te acepte,
que comience a aceptar. Tú la harás
sufrir, y aprenderás mucho. Después, cuando sepas
cómo se vuelve una mujer hacia ser feliz,
un día que hablemos, quizá seré
yo quien te escuche. »
«Aquí tienes dinero
para que pises bien fuerte, y te olvides
de que no has visto nada claro. Si en ella observas,
llanuras allá, cómo trota tu orgullo,
entra ahí, atraviesa, y ata el asno arisco.
Corta caminos por este cuerpo, y bebe,
fresca para ti, la súplica de los ojos.
Cuando vuelvas, entrarás en tu reino:
hombre hecho hombre, vendrás con los hombres.»
Isis de plata, ¿oyes lo que te pido?
La cara de León para los que han hablado.
Societas Pandari de Gabriel Ferrater
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