¡Rama frutal llena de pájaros
enmudecidos, estanque negro,
raíz en curva de león
es tu silencio!
Arranca de tus ojos en dos ríos unánimes;
se escurre como el agua pluvial, de tus cabellos;
cuelga de tus pestañas en invisibles gotas
y es un chal en tus hombros morenos…
¡Yo he visto cómo nace
de ti misma el silencio;
yo sé cómo se anudan sus culebras azules
en el gajo temblante de mi cuerpo!
Entra como la noche a los palacios,
invasor y terrible; me acarician sus dedos;
abre el estuche de mis lágrimas;
tiene un frescor de musgo: es el hondero
que se esconde en mi selva de retorcidos árboles
para cazar alondras de recuerdo.
Y entonces, todo yo soy una copa
de tu silencio…
Violines afinados de locura,
tambores secos,
lenguas en una plenitud de ritmos
callan en tu silencio!
Vas a romper en una música
sin frenos;
vas a decir palabras temblorosas
como nidos colgantes en la mano del viento;
a desnudar tu daga de caricias
ya soltarme las fieles panteras de tus besos…
Pero callas en hondos reflujos
¡y otra vez el silencio, el gran silencio!
¡Ah, no me digas nada
que rompa e sortilegio
de tu mutismo: ni la f rase antigua
ni las canciones que ha mordido el tiempo!
Ser buzo y descender hasta la gruta
de tu silencio,
donde se tuercen los corales rojos
de las mordientes ansias y el deseo
es una forma negra, tentacular, sin ruido,
con cien ojos de acecho…
¡Ah, no me digas nada, ni la palabra antigua
ni las canciones que ha mordido el tiempo!
¡Silencio en las albercas de tus ojos,
en tus caricias largas, en tus besos!
Que se duerma en tus labios
una gran mariposa de silencio…