Son olor de lluvia tus cabellos.
Nocturna memoria del estío.
Y el umbral ansioso de la casa
se alegra en tus zapatos rojos,
tu meso de musgos claros goza.
Y los efluvios de tu abrigo
mojado, y tu sonrisa, vienen,
y el triunfal asedio de tus brazos
en mi cuello, y tu mirada en fuga.
Sube el vino azul de estar contigo;
trasmuta la vivienda oscura,
en canon de puertas frente a frente,
en flamas de túnel submarino,
en fiesta de barcos, en jardines.
Socorro de mis años, dices:
”Y yo a ti.” Canción para cantarte,
adorno de tu voz, diadema.
Y estás en tu cuerpo, y nuestros pasos
juntos, una vez, se reconocen
en el corredor de aquella casa
que no fue la casa que buscamos.
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