Inaccesible al viento que suspira
por apagar la luz de su cabello,
inaccesible al pálido destello
de la estrella lejana que la mira.
Inaccesible al agua que delira
por llegar a la orilla de su cuello,
inaccesible al sol y a todo aquello
que alrededor de su persona gira,
la doncella en su mundo de diamante
inclina la cabeza lentamente
para escuchar en el remoto mundo:
el eco de un latido muy distante,
la resonancia de una voz ausente
y el sonido de un paso vagabundo.
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