¿Me oyes, amor? Hay un fragor de trenes,
o quizá de batanes o de espigas
que te aleja de mí. No, no me digas
que te irás para siempre. Los andenes
se despoblaron. Yo, regreso. Penes
por donde penes, corazón, no sigas,
no te sigas marchando. Más fatigas
y más amor perdido si no vienes.
Ay, dolor, que yo sé lo que me pasa.
Que mi casa sin ti ya no es mi casa,
y el aire ni respira ni madura.
Que estás dentro de mí, pero no basta
aunque te lleve hasta los huesos, hasta
la misma pena que hasta ti me dura.
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