Como el que salta alegremente un río,
ignora puentes, vados y barreras,
así por mi cantar, sin más esperas.
Con velas desplegadas el navío.
Ajena al vendaval, al norte frío,
inventándome modos y maneras,
acumulando luz de altas esferas;
mi otoño cambio por ardiente estío.
Vivo otra vez de místicos ardores,
a más y más el renovado vuelo,
con la plegaria en órbita segura.
Libré el espacio de la noche oscura
salvé la etapa de paloma en celo.
El canto escucho de los ruiseñores.
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