Verano para qué, si ya las sienes
altiva sombra ciñe fatigada
y el alma su soñar entregó en bienes
por el gran pordiosero reclamada.
Verano para qué, si sólo vienes
con tu fragua de oros y alborada
al holocausto que en mi pecho tienes
de rosa y hombre, lumbres y algarada…
No quiero el manantial, sino huidiza
agua que corre ahondando sus caudales;
criatura de espejos y fanales,
su cielo en mi paloma se eterniza.
Crece en mis ojos, gasta mi ternura.
Mi vida su alimento le procura.
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