Peregrinos que vais meditabundos
talvez en algo que no veis presente:
¿Venis desde una tan remota gente
que os miro, con agobios tan profundos
y sin llanto en los ojos errabundos,
ir a través de la ciudad doliente,
como si ciego, sordo, indiferente,
la viera vuestro ser desde otros mundos?
Me dice el corazón entre lamentos
-parad por escucharlo unos momentos-
que al salir d’ella os seguirá el quebranto.
Ya su BEATRIZ sólo es celeste sombra,
y de toda palabra que la nombra
fluye un acerbo manantial de llanto.
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