Es más dulce el amor
sobre la hierba, niña.
Sobre las esmeraldas
que alfombran la campiña.
Más dulce que en el lecho
porque la tierra es ancha,
y la sombra del cuervo
la toca y no la mancha.
Cada beso revienta
igual que una amapola,
y a lo lejos el trigo
suena como una ola.
El varón, el labriego,
al entrar en su amada,
siente los muslos verdes
y la tierra sembrada.
Surco y mujer, iguales,
reciben la simiente,
con más cielo en los ojos
que sudor en la frente.
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