Surgió del llanto tu presencia y trastrocó el pretil del sufrimiento sin ambages. Volaron desde entonces albos designios
por la mañana de mi soledad. Amanecía a tu lado diariamente un gris más pálido que su predecesor y desde él levantábamos,
acordes, escalones de pulso y de futuro. Lentos cimientos. Voluntad unánime, recelos desvelados.
Han echado raíces poderosas aquellas horas y mis células trenzan sólo mensajes que han de vivir las tuyas y de las tuyas
recibo yo también estas felices transmisiones que me nutren y animan. Soy carne de tu labio y beso de tu boca.
Llevo la marca de tus dedos en mi pelo y mi costado añora tu nariz. Hasta el cerebro, a menudo pospuesto en estos trámites,
te anhela en mí sin freno. Has sabido, de un vacío agrietado y sin límites, convocar las más sutiles concreciones para con ellas
ir hilando espacios habitables. Has recompuesto esta desmenuzada sábana laborable con una mano mágica.
Has dado aire al pincel, que por él se enarbola, y lucro a las palabras, ya incontinentes por tu ausencia.
Nadie supo jamás horadar este bote, dar voz a esta hojalata como tú. Han recaído en tu esqueleto impaciencias de siglos.
Has abierto un cancel oculto y por el patinillo a que da paso irrumpe, renovada, mi triple geografía.
He de viajarte ausente y renovarte misteriosa y diáfana. He de pisarte, uva madura, y destilarte, orujo, y aprovisionaré a mi descendencia de la bebida de tu cuerpo. Voy a engarzar mi historia en tu recuerdo para un proyecto alegre de renovadas
simetrías. Voy a soñarte en cada vida. Voy a vivirte en cada sueño.
Surgió del llanto tu presencia de Jesús Munárriz
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