Cada mañana contemplo
dos pies de vencido dentro
de zapatos que ríen.
Si lo tengo cerca, la ropa
sobre los débiles hombros
refleja mi rostro.
¡Qué dolor de heridas
de piel y de carne viva,
tanto tiempo! Sin venganza
ni sentido ya, escucho
el paso y la fatiga
de un plebeyo en derrota.
El año entero utilizamos plumas
de velocísimos escribientes.
Cuando llega el verano, penetran,
por el balcón, moscardones.
En invierno, más tristeza
y cielos de frío. Y siempre
gime, escupe, tose.
Rehuso amarlo,
pese a los vuelos de ángel.
Pero le dejo dinero,
a un interés muy módico,
para el calzado preciso
al poco camino que queda.
Versión de José Batlló
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