Tango para «Irma la dulce» de Mario Rivero

Aquí estuvo
sacudida por el manoseo de las habladurías
y los despertadores
Aquí estuvo demasiado triste en el final
Las palmas bajo la nuca y el pelo desparramado
agreste como barba de coco
mirándolo todo con simpleza y admiración
«cómo se ve que tú eres escritor»
me dice
a mediavoz en la tiniebla de un cuarto con ginebra estéreo
y flores de plástico de todos los colores
Allí figuraban y no podían faltar
claro está
Sosa Beny Moré Gardel
los clásicos del tango y del bolero
y los otros
los Mozart y los Beethoven de siempre
en fin todo eso que uno no ha aprendido a sentir
pero que sí parece
lo único verdaderamente pulcro
adecuado
para evadir la brutalidad de los sucesos
Yo estaba lejano triste tratando de animar
falazmente
la cansada sangre en las venas
y ella ancha casi tapando la cama
funcionando soberbiamente
con lo que se podría llamar su belleza
o sea «su verdad»
una cosa hecha de calor-poder-y-fuerza
un desbordamiento
como una yegua blanca con sus patas traseras
bien abiertas
que se vuelven plateadas y empiezan a brillar
en un cabrilleo de luces
inestable
una rendija de luz en la persiana
que sube por sus piernas e impone a su cuerpo una lividez
de avena
y todo todo perdiendo la certeza y la eternidad
como si la luz estuviera de veras inventando
una forma nueva
ya en la noche se había acabado
ella puso su mano en mi cara y dijo «soy una mujer cansada»
tan grata su mirada que me sentí ablandado
sin luchas
quise adelantarme empujar la persiana
admitir la franqueza del día
la circuntristeza
romper el espejismo el sortilegio engañoso
«por qué hablas así gatita esas son las cosas que dicen
las intelectuales neuróticas»
«lo sé pero créeme que hablo completamente en serio»
y luego como la cosa más natural del mundo
«sé que el error está en mí misma»
llama «error» a su vida
y me contó de su marido músico
maffioso
chupando la trompeta como si fuera marihuana
hasta la madrugada
«no, no es un programa estar sola todas las noches no creas»
y continuó hablando y vistiéndose un sostén modelo
televisión y un liguero negro
y diciendo que «qué barbaridad» y que «qué tontería»
como respuesta a una pregunta conocida
a una inquisición cifrada
«sí creo que así es lo mejor»
agrega
«no hay complicaciones ni números de teléfonos, ni cartas
de amor ni nada»
«me gusta la vida libre el cambio»
le digo
«le tengo un horror sagrado a las posesiones
y ahora ya sabes mi nombre y donde vivo para que se
empiecen a amarrar los nudos
para que todo se empiece a terminar»
Y le invento una historia mediocre
profundamente provinciana
o de la literatura considerada como la coartada perfecta
ella no lloró ni se rió
miró melancólicamente
frente a sí como si hubiera un vacío
evidentemente no conocía ni a yago ni a Otelo ni a
«Chéspier»
y ni siquiera a maupassant
y esta ignorancia la conducía hacia la niñez
dulcemente
«El mundo es así» concluyo
como si ya me estuviese yendo lejos
de un modo gentil y frío
y termino con un instantáneo «la gente»…
es la vaga indecisa palabra
en la que le he decretado
de pronto
su fin

Afuera en la tiembla-luz
las casas cerradas envueltas en un vapor esmerilado
un postigo
que se abre como un párpado y que luego se cierra
intenta tocar de nuevo
su ombligo oloroso sus teticas apretadas forradas
bajo un dique
de botones y flecos
tratando de inventar el gesto la actitud la palabra
que diluya en un aire amable casual
la tristeza largalargalarga
de pozo ciego
el encantamiento muerto
Pero hay que irse no podemos esperar demasiado
se cubrió con los vidrios oscuros alta lejana
ya yéndose
con su olor ruda-y-sal bajo las axilas del suéter
con su carne viva templada bajo la piel
con el amor…
«Llámame cuando quieras» me dijo a modo de despedida
sobre los árboles con hojas de pelusa plateada
comenzaba un cielo azul-bandera…

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