Alberto, si lloro o canto
siempre con voz dolorida,
no es que tenga de la vida
recuerdos el corazón;
Es que el dolor presintiendo
antes que el dolor le hiriera,
como en pena verdadera
he sufrido en la ilusión.
No vi la maldad del mundo,
ni vi los hombres perversos,
pero he llorado en mis versos
presintiendo su maldad,
como pobre gaviota
que espantada busca asilo
antes que en el mar tranquilo
resuene la tempestad.
Mar tranquilo de mi vida
mi juventud es ahora,
pero de esta mar sonora
las entrañas siento hervir:
tengo en mi mente mis alas,
voy cruzando ola tras ola,
pero en la mar española
temo mis alas hundir.
Temo al viento, a los nublados
antes de arribar al muro,
y temo al giro inseguro
de mi cobarde volar,
cual temen las gaviotas
en las saladas espumas
que pueda sus blancas plumas
el torrente salpicar.
Si estuviera yo en la gloria
en cuyo trono esplendente
dices que tan claramente
me contempla tu ilusión,
no llorara, y de mi lira
fueran los cantos risueños;
pero tú me ves en sueños
y los sueños sueños son.
No soy ángel, no soy santa,
y aunque a la virtud bendigo
no estoy en la gloria, amigo,
sobre el divino tisú;
mas, viviera agradecida
en el mundo que me encierra
¡ah! si todos en la tierra
fueran buenos como tú.