Hoy llueve todo el día y el termómetro
marca fuera dos grados sobre cero.
Seguramente vale
la pena que la humanidad,
recorriendo a través de los siglos,
las abominaciones
y los millones de años luz en el camino
que lleva a la calefacción central
pueda ofrecer a un estornino
posado en la ventana, justo encima
del radiador,
los dieciocho grados del confort.
Lleva un buen rato tras el cristal. He abierto
la ventana pero no quiere entrar. No deja de mover
el pico emitiendo sonidos. ¿Qué debo hacer, Liz
Taylor? No sé ornitología, soy de letras y nací
en la ciudad. Cuando se vaya dentro de once minutos
no sabré si cantaba feliz o chillaba desesperado.
Ayúdame, Liz Taylor, tú que sabes de pájaros heridos
en Big Sur.
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