Tierra de nadie de Ángel García López

Con este abrazo, herido de metralla,
he depuesto las armas y los sueños
Traigo la paz, el armisticio, blancas
alondras persiguiéndome los versos.
Mis labios anduvieron las batallas
con un fusil al hombro de los besos
Hoy traigo la noticia de las agua
y un tratado de paz con los almendros.
Hoy he vuelto a la vida. Esta mañana
no ha disparado nadie en mi aposento.
Hoy tengo la camisa lastimada
de tanta flor naciéndome en el pecho.
Soy yo. Todo es posible- Se levanta
el sol tras la joroba de los cerros-.
Hoy traigo la inocencia de la escarcha
y el temblor de las lágrimas del eco.
De la trinchera azul de la almohada
se despliegan banderas en mi lecho.
Firmé la tregua y, en lugar de balas,
siento una lluvia mansa entre los dedos.
Salgo al pasillo. Silbo como cada
hombre que se despierta y siente nuevo
su corazón.
Vencida entre las sábanas
duerme la sombra antigua de mi cuerpo.
Soy yo. Todo es posible. El agua salta
en el lavabo y moja el azulejo.
Hoy traigo una canción en las pestañas
y un arroyo sin límite en el cuello.
Tomo el jabón. Mi piel, apaciguada,
selló su compromiso con el tiempo.
Limpio la tierra oscura de mi cara
con el canto infinito del jilguero.
Esta mañana estreno una palabra
que me quiso robar el alfabeto.
Firmé la paz, la tregua, con las armas
y un tratado a la rosa de los vientos.
Por la felpa y la sed de la toalla
se ha quedado aquel hombre del espejo.
Hoy traigo la caricia de la aulaga
y un pacto con la patria del invierno.

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