Los gallos de roca pasan dentro del cristal
Defienden el rocío a golpes de cresta
Entonces la divisa encantadora del relámpago
Desciende sobre la bandera de las ruinas
La arena no es más que un reloj fosforescente
Que da la medianoche
Por los brazos de una mujer olvidada
Sin refugio girando por el campo
Erguida en las aproximaciones y en los retrocesos celestes
Es aquí
Las sienes azules y duras de la quinta se bañan en la noche
que calca mis imágenes
Cabelleras cabelleras
El mal adquiere fuerzas muy cerca
Solamente se valdrá de nosotros
De «Claro de tierra» 1923
Versión de Manuel Álvarez Ortega
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