Raro debut de mi calambre.
Me costó la dicha saberla.
Me dijo panorama muy sancionadora.
Arrastré letargos y huecos días
mirándome las venas entre periódicos
releídos. Bajando la escalera del bar,
siempre con una enfermedad terrible
en mi soslayo recto. Entonces
supe desamar con elegancia,
sin diatribas.
Competencia de rosada quietud.
Dedos onomatopéyicos, o esa sed
tan rara.
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