A G.E. por haber ayudado a recuperarme a mí misma)
«Vamos, esto es realmente un espectaculo
que ha sacado a los muertos de sus tumbas
¡La población de los viejos cementerios
de las colinas, corre a verlo!
¡Fantasmas! Fantasmas innumerables en los flancos
y en la retaguardia».
Walt Whitman
(De «Balada a Boston», 1854)
I
Ciudadanos de una tierra de raíces…
¡Manglares vagabundos
buscando lo blanco en unas alas!
Cadáveres ya de cuerpos que no existen
caminando con muletas hacia la gran ciudad buscada…
Cojos indecisos por una libertad de papel
bajando gradas.
Manoseada forma de hablar y de decirse.
¡Nada clara!
Abofeteando la inteligencia que calzamos
¡fruta jugosa con su propia tierra exacta!
¡Soberana forma pensante toda una!
atentada
por explosivos cargados con la dinamita de 9 muertos,
hoy, que han crecido las murallas.
II
Y adonde, en la razón y en el juicio,
los otros sesenta y nueve mil novecientos noventa y un
cadáveres?
En qué cárcel de oscura pestilencia se quedó el vecino,
el hijo del comerciante, el profesional instruido,
la muchacha joven que quiso interpretar con sus entrañas,
la Sinfonía del Nuevo Mundo?
Qué avioneta los arrojó al mar casi cadáveres?
Qué perro devoró sus carnes?
Quién fue el que ató sus manos a la espalda?
Por órdenes de quiénes se mutilaron sus huesos,
se electrocutaron sus miembros?
Cuántos torturadores hubo? Adónde están y quiénes fueron?
Adónde, quiénes
y a cuántas ratas metieron
en las vaginas de las vírgenes?
Qué cuchillo o qué cigarro se aproximó a los ojos?
Cuántos escupieron sobre los rostros y quiénes siguen siendo
los que dan la cara?
Cuántos quedaron putrefactos en las paredes de las cárceles,
incrustados en las aguas de las bocanas?
Quiénes sacaron a quiénes de sus casas, por la noche,
con sus carros blindados, para que jamás volvieran,
para que nunca retornaran?
Quién dio la orden?
Quienes se jactan de tener Próceres en sus familias
y celebran cada año la Independencia de la República
-ganada a punta de curas rebeldes, en su tiempo-
y ahora piden hostias en las misas
y se dan golpes de pecho
en las espaldas?
Con quiénes habla Matías Delgado ahora,
que ha tenido que acoger al arzobispo
y a siete nuevos curas masacrados
en el seno de un viejo 15 de septiembre?
mientras el país deja que pase todo
como agua…
Quiénes y adónde arrojaron las doradas semillas
para el estallido?
Quién cosechó el fruto de la soberbia, de la inconsecuencia?
Quién nos refrescara la total memoria?
Cuántos caminaremos por los caminos,
para desenterrar a los muertos?
Unir sus pedazos?
Qué hueso tomará la decisión por mí?
Qué haremos todos, esta vez?
¡La vida va pasando! Pasa?
III
¡No se que haran ustedes!
Por mi parte,
no voy a basarme en la muerte de solo 9
cuando hay 69,991 más, esperándome
con su azadón de tiempo y su maleza en punto.
Por mi parte, quiero tener presente que junto a esos 9,
quedaron 69,991 guisos a la mitad de sus hervores,
desayunos intactos,
televisores encendidos,
radionovelas al aire.
Madres rotas. Mecedoras moviéndose. Esperando.
¡Que en el sueno, la pesadilla no se arrodillo nunca!
Que de esas 69,991 irrecuperables pulsaciones,
hubo miles de mujeres solas en su noche de bodas,
hombres descuartizados a la mitad de un orgasmo,
abuelos desdentados aguardando su atol de maíz,
su cajita de maicena.
Cabezas de niños pidiendo leche. Con la boca abierta en el pecho
de sus madres.
Aullidos horribles en mitad de la noche.
Pueblos errantes…
¡Libros que todavia aguardan, para que los lea alguno!