Cuando todos cavilan, me arrulla
Me arrulla mi melodía pueril.
Luego, me voy de súbito a una isla,
Y allí las tiendas, la pesca de ranas, la obsequiosidad de
una muchacha negra,
Me hacen formular vigilias felices;
Soplo una gran bujía:
Es el adiós sollozando en mi corazón.
El ancla que pesa al fondo del fiar.
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