Está tu carne de ágata y de rosa
donde el sol con la nieve se combina
dotada de una luz casi divina,
casi extrahumana y casi milagrosa.
Tiene ideal traslucidez preciosa
que cual racimo de oro te ilumina,
y en tu cutis de leche se adivina
sangre de fresas pura y ruborosa.
Tu seno en flor de redondez de astro,
es una clara piedra de alabastro
que deja ver transparentarse el día.
Como a santo cristal sin mancha alguna
a él asomé para mirar la luna,
e igual que tras de un ámbar la veía.
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