El viento es monótono y seco. Pasan los días como los sueños y las voces, el ayer lánguido y triste.
¿Cómo escuchar tu voz en los labios del silencio?
Mírame – en la inmóvil yedra- imaginándote en la calma del ocaso, bajo la luz de un cielo estrellado.
Calla mi boca tu ausencia, en cada instante que pasa.
Soy la linfa del caudal disperso que se oculta, en esta noche íntima, donde esquivo la orfandad del pensamiento.
Dame una soledad intacta y pura, que pueda sentir la exceltitud del alma, oír tu risa en un niño jubiloso, escuchar la lluvia entre los recodos dormidos del jardín.
Así en el azul de tu distancia, a solas lloro tu abandono.
Si pudiera sentirme leve como el viento, llegar a ti humildemente sin sueños ni ataduras. Así, en el hondo anhelo de mi alma, sigo sin encontrarte.
Pinceladas violetas abren mi ventana, la brisa huele a rosas…tu voz inefable me grita en la senda estremecida.
La muerte oculta matices de belleza que aún no has penetrado.
Vibra tu alma cuando la sombra llega con sus tenues misterios.
¿Qué hacer sin tí? Me pregunto tantas veces, mientras la vida sigue su curso.
Tu espacio está lleno de rosas marchitas. Tú no puedes morir porque vas en nosotros y más allá de nosotros…
Este dolor nuevo, dolor llevado en las entrañas hace brotar acongojadas voces.
Hoy he comprendido la distancia y llegó hasta mi la honda tristeza.
Me invade la ternura, me quedo a dos pasos del llanto…
Padre: ¡Que las enredaderas del olvido no cubran tu figura!