Tu rostro, el mío ya desvanecidos.
Tu rostro, en mí ya entremezclados.
Tu rostro en cada hora, rostro
en cada olvido.
La perdición del cielo.
Aquella voz tan leve
donde la pena su sonrisa abre,
y es aquí el dolor lo único cierto.
De la isla del fuego pasaba a la del cielo.
De la isla del fuego a la del cielo,
sólo había una lágrima.
A la montaña pálida.
A la luna de agua.
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