Bella y feliz, señora respetada,
fuiste en áureo salón reina preciosa;
mas te dejó la suerte caprichosa
sin hijos, sin honor, sin fe, sin nada.
Por quemante despecho arrebatada
hoy que vives en crápula estruendosa,
eres más que el cinismo escandalosa,
y más que la desgracia, desgraciada.
Te comprendo ¡infeliz! porque infinita
amargura también guarda mi seno;
y también como tú, mártir maldita,
me revuelco en un Gólgota de cieno,
que la inmensa desgracia necesita
retar al mundo y maldecir lo bueno.
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